miércoles, 31 de diciembre de 2014

2-0-1-4

A mí este año me ha enseñado muchas cosas.

He aprendido que siempre habrá personas que no te tendrán en cuenta, que pisarán tu cuerpo sin detenerse a pensar en si te duele o no. Que harán lo que sea por sentirse bien con ellos mismos, aunque sea mentira. Que no respetarán nada, ni a nadie. Que serán capaces de hacer cosas que serás incapaz de comprender. Que si tienen que fingir, fingirán mejor que nadie. .

He aprendido que las cosas que menos te esperabas que dolerían, duelen como millones de cuchillos clavándose en tu cuerpo. Que aquellas personas que creías odiar, son más importantes para ti de lo que imaginabas. Que las cosas malas son sobrepasadas por las buenas en el momento indicado. Que a veces hay que llorar para poder echar fuera aquello que ni sabíamos que teníamos dentro. Que hay momentos en los que, sin darte cuenta, perdonas cosas que jamás pensaste que perdonarías. Que se puede echar de menos lo que llevabas años echando de más. Que lo mejor para cerrar un libro, es recordar los momentos buenos pasados con él.

He aprendido a conocer cosas de mí misma que no sabía que estaban ahí. He aprendido que no soy tan fuerte como me creo, ni tan mala como me parece. Que soy capaz de perdonar cosas imperdonables, y que soy capaz de querer más allá de todas las cosas vividas y por vivir. He aprendido que puedo explotar. Y he aprendido que hay cosas que pueden tirarme que jamás creí que pudieran hacerlo.

He aprendido que siempre hay gente buena por la que luchar. Que cuando caigo, siempre va a haber gente para ayudar a levantarme. Que cuando me vaya, siempre hay alguien que venga detrás. Que siempre tendré hombros, y que no tendré uno, sino muchos más de lo que parece cuando todo va bien. Que hay personas en mi vida que dan sentido a toda ella. Y que, afortunadamente, están para las buenas y las malas.

Y, ante todo, he aprendido que la vida da muchas vueltas, que de repente estás arriba y un momento después estás abajo. Que no se debe jugar con fuego. Que hay que intentar dar lo mejor de uno mismo cada día del año. Y que hay que luchar, por muchas cosas en la vida, pero sobre todas las cosas, hay que luchar por ser feliz y por hacer feliz a los demás.

viernes, 7 de noviembre de 2014

Lo que ven mis ojos rojos

Todo el mundo cree saber cómo soy y quien soy.
Cualquiera puede definir mi raza de una forma general y coincidir en que "no somos buenos".
Nos tienen en mente como lo opuesto a lo que debe ser.
Nos marginan solamente por creer conocernos.

Y yo, tras todos los años que llevo observando desde fuera, soy capaz de comprobar que nada es lo que parece. Llevo años, siglos, observando a esa raza que dice ser la inteligente, la racional, la que dice de nosotros que somos los malos, los sangrientos, los traidores, los egoístas.

¡Cuántas veces me habrán tachado de promiscuo o libidinoso! ¿Cuántos lugares para realizar ciertas prácticas sexuales han visto mis ojos regentados por ellos? ¿Cuántas parejas rotas por las infidelidades entre ellos? O lo que es peor, ¿cuántas parejas engañadas que creen vivir en una preciosa historia de amor? ¿Y qué exactamente lo que les mueve a hacer esas cosas? Negadme que no es el simple placer de la práctica, el secreto o el morbo de la situación.

¡Cuántas veces me habrán llamado egoísta! ¿Egoísta, yo? Que levante la mano aquel que no haya hecho, como mínimo una vez en su vida, alguna acción a favor de su propio beneficio, sin tener en cuenta a nadie más. He visto incluso madres egoístas. Madres que afirman con convicción vivir por y para sus hijos, sangre de su sangre, que se han formado en su vientre y han nacido de él, matando en vida o en alma a sus propias crías, esas mismas por las que daba la vida. Y muchos dieron la vida por ellos.

¡Cuántas veces me han tachado de despiadado asesino! He visto crímenes que nada tienen que ver con los que nos corresponden a nosotros. ¡Ellos, los que critican lo sangriento de nuestras acciones! Los mismos que mantienen relaciones sexuales con niños y después los matan a sangre fría. Los mismos que encierran a seres como ellos, torturándolos durante años, para después matarlos delante de una cámara para que su familia pueda ver el sufrimiento en su rostro. Los mismos que no tiemblan al coger un arma de fuego y matar no a una, sino a cientos de personas. Los mismos que colocan explosivos dando como resultado miles de muertos y heridos. Los mismos que dejan morir de hambre a sus vecinos mientras ellos disfrutan de los mejores manjares que les ofrece la tierra. Los mismos a los que no les tiembla el pulso cuando tienen que experimentar con seres inocentes e inofensivos que nada entienden de lo que está ocurriendo, ni de lo que les va a ocurrir. Los mismos que tratan a los demás seres de la tierra como si no importaran, como si un perro, una serpiente o un pez fueran menos que ellos. Los mismos que destrozan un mundo que no les pertenece.



A mí me gustaría poder volver a mi infierno, aquel del que nunca debieron desterrarme, y que siendo lo que es, no deja de ser mucho mejor que el mundo en el que viven los humanos.

lunes, 5 de mayo de 2014

Esta historia entre mis dedos

He estado en muchos lugares y he conocido a mucha gente. Algunas veces el viaje me duró más de la cuenta, otros me resultaron demasiado cortos y/o demasiado rápidos. Han sido tantos que ya muchos casi no los recuerdo. Pero otros se me quedarán grabados a fuego para siempre. Algunos de esos viajes no los llegué a terminar nunca, bien porque me resultaron muy aburridos o porque no fueron de mi agrado. Todos los viajes los hice sola, pero uno de ellos, lo hizo también mi mejor amiga y aún compartimos experiencias de ese viaje, comentamos acontencimientos y lo recordamos todo con bastante frecuencia.

Mi primer viaje serio fue durante una tarde, cuando tenía unos diez u once años. Fui testigo del secuestro de un niño en el día de nochebuena.

Uno de los primeros viajes importantes que recuerdo fue visitar a tres niños: dos chicos, uno de ellos en silla de ruedas, y una chica. Me enseñaron un jardín muy bonito en el que ellos se divertían y aprendían.

Durante mis años de instituto, conocí a una mujer treintañera, un poco rellenita, fumadora y con poca suerte en el amor. Con ella me reí de lo lindo, me lo pasé genial mientras me leía las páginas de su diario. Han sido tres en total, el último me lo leyó hace unos meses.

Uno de los viajes más largos que he hecho me llevaron hasta Mordor. Estuve rodeada de seres pequeños y comilones, humanos, elfos, enanos y unas criaturas tremendamente feas y asquerosas. Fue un viaje muy largo, que a punto estuve de abandonar y volverme a casa. Pero llegué hasta el final, y fue muy gratificante. Mi mejor amiga hizo el viaje varias veces, y aún hablamos de él.

Hace un año conocí a un asesino en serie llamado Dexter, que me tiene cautivada. Me gustaría ser tan pulcra y cuidada como él, aunque no tan sangrienta, claro. Aún no conozco toda su historia, estoy a la espera de que le apetezca terminarla conmigo.

He conocido gente muy variopinta, y con grandes historias a sus espaldas. Recuerdo aquella de un niño que se hizo amigo de otro que siempre vestía un pijama de rayas. Quería abrazar a esos niños todo el rato. También aquella mujer, comadrona, que me contó muchas historias de cuando ella era joven y el trabajo que realizaba en el Londres de los años 50. Un señor llamado Noah me contó una historia de amor preciosa, de las grandes, y él mismo era el protagonista.

He estado en muchos lugares: el cementerio de los libros perdidos, un colegio de magia, una ciudad en la que convivían humanos, vampiros y hombres lobo, el mundo de hielo bañado por la estrella azul, las calles de Manhattan (y sus tiendas de Jimmy Choo, Givenchy, Prada, Cartier,...) y una larga lista de lugares impresionantes (bueno, unos más que otros).



Lo mejor de todo, es que puedo volver a esos sitios, con esa gente, siempre que quiera, las veces que quiera y sin moverme del sillón de mi casa.


¡Hasta la próxima!


Libros a los que hago referencia y que pueden ser menos conocidos (o más difíciles de identificar en el texto):
.Noche de paz de Mary Higgins Clark.
.El Jardín Secreto de Frances Hodgson Burnett.
.La Sombra del Viento de Carlos Ruiz Zafón
.La Emperatriz de los Etéreos de Laura Gallego
.El Código Givenchy de Julie Kenner

viernes, 4 de abril de 2014

Letras y palabras

"Estado pensando en ke entrada escrivir y creo ke esta ba ha ser la mas indicada"


¿Os han sangrado los ojos? A mí me pasa continuamente.

El problema con la faltas de ortografía y gramática son cada vez peores. No soy experta en el arte de la escritura, la lengua, la filología, ni nada de eso, pero lo que sí soy es una amante de la lectura. De cualquier tipo: periódicos, cómics, libros, blogs, revistas,... Pero no soporto las faltas de ortografía.

No puedo entender que personas con estudios, e incluso con títulos universitarios, cometan faltas tan graves como "valla" como exclamación, o "a sido". Por no hablar de las tildes... que parece que ni las conocen.

Lo gracioso de todo es que, muchos de ellos, cuando les indicas cómo se escribe o dice correctamente te sueltan cosas como: "¿Es que tú no te equivocas?", "Yo es que hablo así", "Eso no tiene importancia". O mi favorito: "Es que es el lenguaje que se puso de moda con los sms". A mí no me cuesta nada escribir bien por mensajería instantánea como WhatsApp, Telegram, chats, incluso cuando estaba en auge Messenger. Entiendo lo del "lenguaje sms", pero eso ya pasó. Yo misma acortaba las palabras, escribía "q" en vez de "que", "akbar" en vez de "acabar" o "tkro" en vez de "te quiero", pero esa época ya pasó, y ahora no te cobran más por enviar más palabras. Así que esa excusa no me vale bajo ningún concepto.

No es sólo por los demás, sino por nosotros mismos. Es decir, te puede dar igual que a los demás les cueste entenderte, piensen que eres un ignorante, o cualquier otra cosa, pero ¿qué pasa contigo mismo? ¿No te importa ser consciente de que no tienes ni puñetera idea de cómo se escribe tal palabra, o cómo se pronuncia tal cosa o qué significa una palabra en particular? Porque a mí cuando eso me pasa, voy a un diccionario (o a Google que lo sabe todo) y busco cómo se escribe la palabra que sea (y lo hago bastante a menudo, que ya os he dicho que no soy experta y alguna vez se me escapa alguna burrada). Pero muchos prefieren escudarse en "es que yo soy así" o "bueno, pero no pasa nada, no es para tanto". Pero sí es para tanto.

La mayoría de las personas a las que me refiero son jóvenes, jóvenes que son los que en unos años dirigirán empresas, darán clase a nuestros hijos, tratarán enfermedades o nos venderán el pan. Entiendo que haya gente mayor que no sepa escribir, leer, o que no tenga ni idea de qué palabras llevan tilde, o tal o cuales consonantes. Porque la vida antes era muy distinta a como lo es ahora. Antes no tenían los mismos recursos de los que disponemos hoy día, y muchas personas vivían ajenas totalmente a la lengua escrita. Pero eso no es así en este tiempo, o por lo menos, no lo es para la mayoría. Y no puedo entender que personas con posibilidades de acceder a libros, diccionarios y correctores escriban barbaridades por internet que estén a la vista de todo el mundo. ¡Aunque sólo sea por amor propio!

Conozco gente con los que ya he dado el asunto por perdido y me parece triste, aunque no será mi problema dentro de unos años.



 




¡Hasta la próxima!

viernes, 14 de marzo de 2014

Entre el cielo y el suelo

Ni siquiera había caído en la cuenta del día que era. Catorce de Marzo.

Hace exactamente doce años que te marchaste. Un día catorce. Igual que el día de mi cumpleaños, ese número que tanto me gustaba de pequeña por todo lo que conllevaba,... Y justo elegiste ese día para irte. Sé de sobra que ni siquiera lo sabías, pero yo sí reparé en ese detalle, y lo sigo haciendo.

Ni siquiera sé que escribir, pero he sentido la necesidad de hacerlo y es lo que estoy haciendo. Podría decirte que estoy bien, pero eso seguro que ya lo sabes. Podría contarte mis penas, pero estoy convencida de que también las sabes. Y, además, ¿por qué iba a escribirte nada desde aquí?

Hoy, tras doce años de mi vida en los que llegué a la adolescencia, la pasé, y me encuentro en una etapa en la que no sé muy bien hacia donde dirigirme, puedo decir que el tiempo no cura nada. Absolutamente nada si la herida era real y profunda. Y parece que lo era. No estamos hablando de un amor de verano, ¿verdad? Y, aunque yo misma he dicho esa frase muchas veces, sé que no es cierta. ¿No hay nada que el tiempo no cure? Mentira. El tiempo lo único que hace es apartar todo a un lado, pero no cura nada. En cualquier momento vuelve algo a recordarme que existías y todo se derrumba. Y duele. Duele con la misma intensidad que dolía entonces.

Soy una persona fuerte, o al menos así me considero, y quizá sí que pueda decir que lo he superado. En realidad, lo he callado tanto tiempo que lo más probable es que nunca se notase. A lo mejor fue una mala idea, quizá me hubiese venido bien hablar del tema con alguien. Pero no me gusta hablar de sentimientos propios, y mucho menos cuando hay que adentrarse tanto. Tal vez la persona que más sepa de todo esto sea la misma de siempre, aunque no sé hasta qué punto llega a comprenderlo.

No voy a decir que me acuerde de ti todos los días, eso sería mentir, y no vengo aquí a soltar mentiras. Pero sí que lo hago a menudo, mucho más a menudo de lo que la gente puede imaginar. Me inclino a pensar que mi propia situación es la que siempre ha hecho que tu marcha fuera más importante de lo que quizá lo era realmente. Pero, ¿sabes?, es una cosa que agradezco. Agradezco que te haya tenido a ti para suplir lo que me faltaba, que pueda sentir contigo lo que no puedo sentir con la persona que hubiera correspondido.


Espero poder recordar y sentir lo mismo que siento ahora mismo cada año, no sólo los catorce de Marzo, sino cualquier día a cualquier hora y en cualquier situación. Parecerá que sigues ahí, aunque no pueda verte. Tengo la esperanza de que, de algún modo, puedas ver todo lo que siempre pienso que me encantaría que vieras.






martes, 11 de marzo de 2014

Martes con "m"

Hoy traigo una entrada diferente.

Voy a hablaros del que se ha convertido en uno de los grandes libros de mi estantería. Un libro que merece la pena leer, aunque sea una vez. Un libro que muchos califican de muy triste. Y realmente lo es, pero también es real (es un hecho verídico). Te muestra las cosas que son importantes, aunque eso no lo aprendemos hasta que no es demasiado tarde. Un libro que está narrado de labios de un hombre viejo, y según se dice, los viejos son los más sabios.

El libro se titula "Martes con mi viejo profesor" y es de Mitch Albom.

La historia se centra en un antiguo profesor de este tal Mitch, que a su larga edad, es diagnosticado de ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica). Y os recomiendo, verderamente, que lo leáis. Es un libro muy sentimentaloide y triste, triste hasta agotar, pero me ha encantado.

Para el que no lo sepa, también os recomiendo que conozcáis de qué trata esta enfermedad, porque yo la conocí durante mis prácticas, a mitad de segundo de carrera, y jamás se me olvidará. Me parece una enfermedad tan cruel que nunca olvidaré a aquella señora que conocí con ella en fase terminal. A mí no me habían hablado de la ELA nunca, ni en la carrera, y no sabía nada acerca de esa enfermedad. Me parece una de las enfermedades conocidas más crueles que existen. Por supuesto que hay muchas enfermedades malísimas u odiadas, y que se llevan a gente todos los días, pero hablando de esta en particular, se lleva la palma.

Sin más, aquí os dejo unos párrafos de este libro del que os hablo:


"La vida es una serie de tirones hacia atrás y hacia delante. Quieres hacer una cosa pero estás obligado a hacer otra diferente."


"Son muchas las personas que van por ahí con una vida carente de sentido. Parece que están medio dormidos, aun cuando están ocupados haciendo cosas que les parecen importantes. Esto se debe a que persiguen cosas equivocadas. La manera en que puedes aportar un sentido a tu vida es dedicarte a amar a los demás, dedicarte a la comunidad que te rodea y dedicarte a crear algo que te proporcione un objetivo y un sentido."

"A veces no eres capaz de de creerte lo que ves, tienes que creer lo que sientes. Y si quieres que los demás lleguen a confiar en ti, también tú debes sentir que puedes confiar en ellos. Aunque estés a oscuras. Aunque te estés cayendo."






                                                                                                                                                                              ¡Hasta la próxima!

sábado, 22 de febrero de 2014

Me colé en una fiesta

El otro día, una amiga me dijo que debería salir e irme de fiesta para despejarme.

Bien, he visto oportuno sacar este tema a relucir aquí: salir de fiesta.

Odio salir de fiesta. Me gusta divertirme, pasar tiempo con mis amigos, bailar, cantar, beber un poco... Pero no tiene que ser todo en la misma noche. Por supuesto que me gusta divertirme, como a todo el mundo, pero mi plan de diversión no es salir de fiesta.

No necesito meterme en un local con música alta y tener un cubata en la mano. No necesito pagar un pastizal por entrar a un sitio lleno de gente, en el que voy a pasar de pie cinco horas, que me cobren el triple por algo que puedo beber en mi casa, llenarme mis bonitos zapatos de orina y/o vómito cada vez que voy al servicio, tener que apartar salidos que sólo buscan algo relacionado con el sexo, no poder hablar absolutamente nada con nadie sin tener que gritar o soportar que me griten en mi oído, aguantar música que no me gusta, acabar con un dolor de pies insoportable (o llevar unas manoletinas en el bolso para cambiármelas en mitad de la noche por mis zapatos de tacón), estar pendiente del bolso para evitar sustracciones indeseadas, llegar a mi casa a las tantas echando a perder todo el día siguiente por el cambio de sueño y/o la resaca.


No sé qué le ve la gente a ese tipo de actividades de ocio. Respeto a quien le guste, pero si tú no haces lo mismo, encima eres el bicho raro. ¡Hay que joderse!

Para estar con los amigos puedes estar en un bar sentado en una mesa, en casa, en un parque, incluso en algún coche (¿por qué no?). ¡Y para esos sitios no hay que pagar entrada!
Para bailar y cantar, puedo bailar en mi casa, o donde me apetezca, cada vez que quiera y la música que yo quiera.
Para beber... bueno, no soy muy bebedora de alcohol pero, ¿acaso no puedo beber mejor alcohol (o cualquier otro tipo de bebida) en mi casa?.


Disculpadme, pero yo prefiero pasar una tarde y/o una noche entera rodeada de amigos en casa, con bebidas, aperitivos, risas, juegos y un sin fin de cosas más. Y os aseguro que eso es todo lo que necesito para hacer mi tiempo de ocio perfecto.


¡Hasta la próxima!

martes, 18 de febrero de 2014

50 palabras, 60 palabras o 100

A ti, que me dijiste que no iba a ser capaz de conseguir aquello y te equivocaste.
A ti, que llegaste a mi vida para andar entrando y saliendo de ella a tu antojo.
A ti, en quién confié y luego me dió la puñalada sin venir a cuento.
A ti, que llegaste de la nada y, por suerte, te volviste a ir, sin llantos ni risas.
A ti, que siempre estás ahí para recordar cómo hacíamos el idiota siendo peques.
A ti, que a pesar de que a ratos me odies, me tendrás que aguantar toda la vida.
A ti, que aplacas mi nerviosismo sea el día, hora y momento que sea.
A ti, que cada día me muestras cómo no he de ser.
A ti, que me enseñas a conocer hasta dónde puede llegar lo patético del ser humano.
A ti, que aunque haya crecido, siempre seré tu niña.
A ti, por todo lo que te echo de menos.
A ti, que no te merecías todo eso.
A ti, pequeño rayo de luz y alegría, por llenar la vida de ilusión.
A ti, por darme esperanza.
A ti, por demostrarme que ser estudioso no va ligado a ser buena persona.
A ti, por enseñarme a no tomar en serio las cosas o, al menos, a disimularlo.
A ti, por recordarme lo feliz que se es siendo niño.
A ti, porque aprendí que siempre hay salida incluso cuando no se tienen virtudes.
A ti, porque el dinero, sin verdadera clase y bondad, solamente te hace hortera y egoísta.
A ti, porque la belleza no conlleva gozar de salud mental.
A ti, que cada día me desmuestras que se puede ser aún más ridículo.
A ti, que me enseñaste que quien no llora, no mama.
A ti, por ser valiente toda la vida.
A ti, por acompañarme en cada etapa de la vida.
A ti, por mostrarme el lado malo y el lado bueno de pertener a una etnia.
A ti, por demostrarme que se puede ser pequeño y tener cualidades muy grandes.
A ti, por creer en mí.


Y en último lugar, a ti, porque todas tus cosas ocuparían demasiado espacio para ponerlo aquí.

jueves, 6 de febrero de 2014

El banco

¿Ves ese banco?

Ése es el banco en el que la gente espera. Sí, justo ése de ahí es el tuyo. Siéntate.





Observas, sentado en el banco, la gente que va y viene. Unos solos, otros acompañados. 
Algunos encuentran otro banco y se sientan a esperar. Exactamente igual que tú. 

Los hay de todas las clases.
Para algunos, el banco es más cómodo, con un asiento más confortable, resguardado del frío, del calor, del viento. Otros, por el contrario, son mucho peores, sin respaldo, a la intemperie, viejos y rotos. Aún los hay peores, que ni siquiera disponen de banco y esperan en el suelo, el cual está aún más frío y sucio que los bancos anteriores. Pero centrémonos en el nuestro, que es un banco normal y corriente, ni muy cómodo ni muy incómodo, con su respaldo y bajo techo, por lo que está resguardado de la lluvia pero no del viento.






Algunas veces disponemos de libros o periódicos en los que nos mantenenos distraídos mientras pasa el tiempo. Otras veces alguien se sienta a nuestro lado y nos acompaña en la espera. Así se han hecho amistades de por vida e incluso se han forjado parejas, porque a veces la espera puede ser muy larga y difícil, y todos sabemos que las cosas, soportadas entre dos, son mucho más llevaderas. Lo malo de esto, es que muchos se levantan y se van antes que nosotros lo hagamos. No siempre porque haya llegado lo que o a quien esperaban, sino porque se han cansado y han decidido marcharse y no seguir esperando. Pero nosotros debemos seguir ahí, concienciados de que lo que esperamos va a llegar, aunque tarde más de la cuenta e incluso parezca imposible que lo haga. Más de una vez abandonamos bancos cuando el tren estaba entrando en la estación pero habíamos sido incapaces de verlo u oírlo. Alguna que otra vez también hemos abandonado un banco y hemos vuelto a él días, meses o años después a esperar a ese tren nuevamente, y es entonces cuando no nos marchamos y logramos estar ahí cuando llega.

Elegid bien el banco en el que os sentáis. Quedáos sentados, esperad el tiempo que haga falta, que si perdéis el tren no sea porque os habéis ido antes de que llegara por estar cansados de esperar.


Yo, por mi parte, estoy decidiendo si permanezco en este banco en el que me senté hace un tiempo o me levanto y busco otro banco en el que la espera vaya a ser más corta, aunque el banco sea más duro, incómodo y esté expuesto a la lluvia y el frío.



¡Hasta la próxima!