viernes, 7 de noviembre de 2014

Lo que ven mis ojos rojos

Todo el mundo cree saber cómo soy y quien soy.
Cualquiera puede definir mi raza de una forma general y coincidir en que "no somos buenos".
Nos tienen en mente como lo opuesto a lo que debe ser.
Nos marginan solamente por creer conocernos.

Y yo, tras todos los años que llevo observando desde fuera, soy capaz de comprobar que nada es lo que parece. Llevo años, siglos, observando a esa raza que dice ser la inteligente, la racional, la que dice de nosotros que somos los malos, los sangrientos, los traidores, los egoístas.

¡Cuántas veces me habrán tachado de promiscuo o libidinoso! ¿Cuántos lugares para realizar ciertas prácticas sexuales han visto mis ojos regentados por ellos? ¿Cuántas parejas rotas por las infidelidades entre ellos? O lo que es peor, ¿cuántas parejas engañadas que creen vivir en una preciosa historia de amor? ¿Y qué exactamente lo que les mueve a hacer esas cosas? Negadme que no es el simple placer de la práctica, el secreto o el morbo de la situación.

¡Cuántas veces me habrán llamado egoísta! ¿Egoísta, yo? Que levante la mano aquel que no haya hecho, como mínimo una vez en su vida, alguna acción a favor de su propio beneficio, sin tener en cuenta a nadie más. He visto incluso madres egoístas. Madres que afirman con convicción vivir por y para sus hijos, sangre de su sangre, que se han formado en su vientre y han nacido de él, matando en vida o en alma a sus propias crías, esas mismas por las que daba la vida. Y muchos dieron la vida por ellos.

¡Cuántas veces me han tachado de despiadado asesino! He visto crímenes que nada tienen que ver con los que nos corresponden a nosotros. ¡Ellos, los que critican lo sangriento de nuestras acciones! Los mismos que mantienen relaciones sexuales con niños y después los matan a sangre fría. Los mismos que encierran a seres como ellos, torturándolos durante años, para después matarlos delante de una cámara para que su familia pueda ver el sufrimiento en su rostro. Los mismos que no tiemblan al coger un arma de fuego y matar no a una, sino a cientos de personas. Los mismos que colocan explosivos dando como resultado miles de muertos y heridos. Los mismos que dejan morir de hambre a sus vecinos mientras ellos disfrutan de los mejores manjares que les ofrece la tierra. Los mismos a los que no les tiembla el pulso cuando tienen que experimentar con seres inocentes e inofensivos que nada entienden de lo que está ocurriendo, ni de lo que les va a ocurrir. Los mismos que tratan a los demás seres de la tierra como si no importaran, como si un perro, una serpiente o un pez fueran menos que ellos. Los mismos que destrozan un mundo que no les pertenece.



A mí me gustaría poder volver a mi infierno, aquel del que nunca debieron desterrarme, y que siendo lo que es, no deja de ser mucho mejor que el mundo en el que viven los humanos.