miércoles, 11 de mayo de 2016

Reflejos

A veces pienso en lo feliz que me haría que volvieras. 

No creo que el tiempo haga posible alguna vez que sea capaz de olvidarte. Esos ojos no son fáciles de olvidar. Tampoco lo son aquellas manos, ni aquella hermosa cabellera que dejabas caer con elegancia y naturalidad sobre cualquier rincón de nuestro hogar. Tu sonrisa alumbrando la más absoluta oscuridad, aquella risa. Ahora todos los detalles me parecen más importantes aún que entonces. Incluso los más insignificantes cobran fuerza cada vez que los recuerdo.

Puedo oír tus pasos caminando por el pasillo. Puedo notar tu calor cuando te metías en la cama. Aún puedo recordar tu perfume entre las sábanas. Al mirarme en el espejo del baño, siento que en cualquier momento vas a aparecer tú, reflejándote en él, con el pelo alborotado y los ojos medio cerrados de sueño. Caminar por esa casa solamente conseguía traerme de nuevo el dolor de tu ausencia. Por eso la abandoné.


 Aún todavía, cuando recorro las calles de nuestra ciudad, soy capaz de verte reflejada en los cristales de los escaparates. Y me giro a menudo por si fuera real, pero nunca lo es. Ya no. Me pasa a menudo. Tu reflejo aparece en cualquier rincón. Y no puedo soportarlo. En cualquier momento parece que pudiera girarme y abrazarte como lo hacía entonces, con la misma fuerza con la que no puedo hacerlo ahora, pero con las mismas ganas.


Todavía tengo dudas de si seré capaz de olvidar el día en el que ese hermoso cuerpo suave, de piel clara y embriagador olor, fue enterrado bajo tierra.





Foto: Noe Mesa.