Todo el mundo cree saber cómo soy y
quien soy.
Cualquiera puede definir mi raza de una
forma general y coincidir en que "no somos buenos".
Nos tienen en mente como lo opuesto a
lo que debe ser.
Nos marginan solamente por creer
conocernos.
Y yo, tras todos los años que llevo
observando desde fuera, soy capaz de comprobar que nada es lo que
parece. Llevo años, siglos, observando a esa raza que dice ser la
inteligente, la racional, la que dice de nosotros que somos los
malos, los sangrientos, los traidores, los egoístas.
¡Cuántas veces me habrán tachado de
promiscuo o libidinoso! ¿Cuántos lugares para realizar ciertas
prácticas sexuales han visto mis ojos regentados por ellos? ¿Cuántas
parejas rotas por las infidelidades entre ellos? O lo que es peor,
¿cuántas parejas engañadas que creen vivir en una preciosa
historia de amor? ¿Y qué exactamente lo que les mueve a hacer
esas cosas? Negadme que no es el simple placer de la práctica, el
secreto o el morbo de la situación.
¡Cuántas veces me habrán llamado
egoísta! ¿Egoísta, yo? Que levante la mano aquel que no haya
hecho, como mínimo una vez en su vida, alguna acción a favor de su
propio beneficio, sin tener en cuenta a nadie más. He visto incluso
madres egoístas. Madres que afirman con convicción vivir por y para
sus hijos, sangre de su sangre, que se han formado en su vientre y
han nacido de él, matando en vida o en alma a sus propias crías,
esas mismas por las que daba la vida. Y muchos dieron la vida por
ellos.
¡Cuántas veces me han tachado de
despiadado asesino! He visto crímenes que nada tienen que ver con
los que nos corresponden a nosotros. ¡Ellos, los que critican lo
sangriento de nuestras acciones! Los mismos que mantienen relaciones
sexuales con niños y después los matan a sangre fría. Los mismos
que encierran a seres como ellos, torturándolos durante años, para
después matarlos delante de una cámara para que su familia pueda
ver el sufrimiento en su rostro. Los mismos que no tiemblan al coger
un arma de fuego y matar no a una, sino a cientos de personas. Los
mismos que colocan explosivos dando como resultado miles de muertos y
heridos. Los mismos que dejan morir de hambre a sus vecinos mientras
ellos disfrutan de los mejores manjares que les ofrece la tierra. Los
mismos a los que no les tiembla el pulso cuando tienen que
experimentar con seres inocentes e inofensivos que nada entienden de
lo que está ocurriendo, ni de lo que les va a ocurrir. Los mismos
que tratan a los demás seres de la tierra como si no importaran,
como si un perro, una serpiente o un pez fueran menos que ellos. Los
mismos que destrozan un mundo que no les pertenece.
A mí me gustaría poder volver a mi
infierno, aquel del que nunca debieron desterrarme, y que siendo lo
que es, no deja de ser mucho mejor que el mundo en el que viven los
humanos.