viernes, 17 de enero de 2020

La luz que quiero que entre

Miro las hojas balancearse sobre los árboles desde mi ventana, agarradas a las ramas con fuerza hasta que llega el momento de soltarse y caer al suelo o ser presas del viento y ser transportadas lejos de quien que les vio nacer. ¿Sentirán miedo ellas? ¿Y qué ocurre con el árbol, está preparado para ese momento?

Hace mucho tiempo comprendí que jamás te entendería. Ahora soy aún más consciente de esa afirmación. No me puedo creer que miraras sus ojos y sintieras tanto odio dentro de ti. En lugar de dejar paso al orgullo bueno, decidiste dejar salir al malo, ese que destrozó tanto cuando vio la luz. Es increíble que fueras capaz de tantas cosas. He intentado perdonarte pero, aunque pensaba que lo había logrado, sé que nunca voy a hacerlo. Tampoco creo que lo merezcas.

La oscuridad en la que me sumiste la comparo ahora con la luz que yo quiero que entre. No me conformo con aquella que dejan pasar las ventanas, derribo paredes para conseguir aún más claridad. Porque mi corazón me pide eso. Entiendo que a ti el tuyo te pediría crear dolor y sufrimiento.

Destrozaste algo que creaste con todas tus ganas e ilusión, le pusiste trampas y te quedaste a contemplar cómo caía en ellas, dejaste que confiara ciegamente en ti para luego clavar puñales por la espalda. Y jamás te arrepentiste. Nunca quisiste romper las cadenas y dejarle volar, que saliera de tu jaula para ser todo lo grande que el mundo le permitiera. Contrariamente a esto, estuviste a punto de cortar sus alas para siempre y que nunca más pudiera volver a alzar el vuelo.

Hay almas que están podridas, no sé en qué momento llegan a ese estado de descomposición, si empiezan poco a poco o sucede de golpe, sin embargo no dudo que lo que siempre acaban dejando es el olor desagradable de la putrefacción. Y es un olor que cuesta horrores eliminar del todo, que por más flores que broten alrededor siempre habrá algún resquicio de aquel descompuesto que amargará la tierra mucho tiempo después de haber desaparecido.

¿Hasta cuándo durarás tú?