jueves, 13 de junio de 2019

Un camino de la mano

Alguien me dijo una vez que eso no existía. Supongo que dependerá de muchas cosas, como todo. ¿Pero de verdad ha podido pasarnos a nosotros?

Hace años me hubiera reído en la cara de quien dudara de lo nuestro, de quien se atreviera a insinuar que alguna vez se acabaría. Hoy agacho la cabeza y asiento con resignación. La gente cambia, crece, madura, envejece, sus prioridades cambian, sus gustos cambian pero creo que tú directamente te has convertido en otra persona. Alguien que de haber conocido ayer no hubiera mantenido en mi vida más de cuatro días. Puedes devolverme la baza diciendo que yo he cambiado, pero ambos sabemos que no es así. A mí se me veía venir de lejos, siempre he tenido claro lo que quería y lo que no, pasar en el infierno una temporada es lo que tiene, pero tú has pasado de querer el color blanco a querer el negro, sin grises de por medio. Y lo siento mucho pero yo ya he tenido suficiente negro en mi vida.

Lo peor de todo es que no voy a echarte de menos, no lo hago desde hace mucho, no he notado tu ausencia porque no te necesito. Ni tú a mí, está claro.

Volver la vista atrás me hace darme cuenta de lo inocentes que éramos, pensando que nunca se separarían nuestros caminos, que siempre seguiríamos la vereda con tanta cercanía que podríamos ir cogidos de la mano, como hace tanto tiempo hacíamos. Pensábamos que al final del recorrido seguiríamos ahí como siempre, como hasta entonces. Y ahora me doy cuenta de que hace mucho que tú giraste hacia una dirección y yo en la contraria.

He negado todo esto. He negado lo que claramente veían mis ojos porque mi corazón no estaba preparado para aceptarlo. Tenía miedo. Tenía miedo de no saber vivir sin ti, de necesitarte, de echarte de menos. Y lo más triste de todo es que no he sentido nada de eso. Cuando te miro a los ojos ya no soy capaz de entenderte, para mí eres una persona extraña y tu sola presencia me hace sentir incómodo. Hace tiempo teníamos tanta complicidad y tanta confianza que nuestros silencios estaban llenos de emociones, de palabras. Ahora no queda nada. Hace tiempo tenía claro que mataría por ti, que hubiera recorrido el mundo de haber sido necesario. Ahora sé que no lo haría y que tú tampoco lo harías por mí.

Ambos sabemos que la historia acabó hace tiempo. Se quedará para siempre grabada en las hojas escritas a mano que guardamos en algún rincón de aquella ciudad que creíamos que nos pertenecía. Sellamos con nuestros labios lo que ya no existe. Y solamente puedo estar agradecido de que hayamos formado parte de una historia que, viva o muerta, seguirá existiendo en algún lugar perdido de nuestra memoria.