lunes, 31 de diciembre de 2018

¿Balances?

No soy de hacer balances anuales. Me inclino más por vivir el presente pensando en el futuro dejando atrás el pasado. Sin embargo, esta vez es distinto. Digamos que el futuro está muy presente y el pasado parece que no hubiera pasado.

Hice una especie de balance hace exactamente cuatro años. Porque ese diciembre marcó un antes y un después en toda esta historia. No quiero decir que por suerte pero tampoco por desgracia, el caso es que así fue. Y después de estos cuatro años parece que se aproxima un nuevo cambio drástico que va a cambiarlo todo de nuevo. Sin embargo, esta vez la boca no sabe amarga sino dulce y el nudo en el estómago parecen cosquillas y no duele.

Como siempre, nunca sabemos cómo acabarán las historias, ni las que vivimos, ni las que leemos, ni las que escuchamos. Hasta que no llega la palabra fin todo puede pasar. Lo que sí sabemos es cómo comienzan. Hace algo más de trece años conocí a quien se iba a convertir en otra parte de mí, sin la cual esta historia jamás hubiera tenido lugar. Este año tengo que darle el protagonismo absoluto, porque más que nunca lo tiene, en esta historia y en mi vida.

Hace unos años llegó a nuestras vidas la idea de ser los protagonistas de un cuento, de esos de príncipes y princesas, de caballeros y doncellas, de espadas y combates. Lo que empezó como una simple idea muy difícil de realizar, logró hacerse realidad un día del mes de abril. Creo que no tengo palabras suficientes para describir lo que significó ese día para mí, no por los papeles, no por la celebración, sino por el evento. Todavía no soy capaz de creerme que verdaderamente me sintiera como una princesa de uno de esos cuentos que de pequeños nos llenan la cabeza de monstruos, malvados y héroes. Aquí no hicieron falta héroes, ni magos, ni hadas, la magia la creamos entre todos. Sí, magia. Porque la magia no es lanzar hechizos, ni volar con polvo de hada, ni realizar conjuros junto a un caldero. La magia es mucho más. Magia es ver las caras de las personas a las que quieres llenas de alegría y sin que les falte una sonrisa en el rostro. Magia es hacer realidad los sueños. Magia es no necesitar nada para ver juntos a quienes nunca pensaste que serían capaces de chocar sus manos con auténtica felicidad y ganas de hacerlo. Magia es que suene la música y lo único que exista en ese momento sean dos personas. Magia es saber que esto es lo que quieres.

Y cuando el cuento acaba, los vestidos se desabrochan, las botas se quitan y las coronas caen de la cabeza, ya sólo quedan imágenes, en nuestra memoria y en las fotografías.
Pero entonces, mucho antes de que el vestido pierda su blancura, llega un nuevo acontecimiento. Una novedad que nos llena de alegría, miedo, incredulidad, ilusión, esperanza y aprendizaje. Algo que no sabemos cómo va a terminar pero que esperamos convertir en una parte importante más de nuestra historia.

miércoles, 8 de agosto de 2018

Crack

Un buen día decidí apartar de mi vida a quienes no me aportaban nada, y si lo hacían no eran cosas buenas. Aparté a quienes no estuvieron en momentos difíciles, importantes. A quienes hicieron pactos en los que me dejaron fuera sin razones ni motivos, ayudándose mutuamente sin contar conmigo. Recalco, en momentos importantes.

Quizá no se den jamás por aludidos, porque como ocurre siempre, cada historia tiene dos versiones, y cada ojo que la mira podrá sacar otra distinta. Mis ojos vieron lo que vieron, y desde entonces a ellos les cambiaron el color. Nunca más serían colores claros, puros, sinceros, confiables. Desde entonces fueron tonos oscuros, peligrosos, nada confiables, hipócritas. Y hasta ahora no me he equivocado.

Pasa el tiempo y lo que un día parecía para siempre, cuando sonó ese crack empezaron a asomar por las grietas verdades que habían estado ocultas. Verdades que aunque siempre habían estado ahí nunca las había visto, posiblemente porque no había querido verlas, quizá porque aún no había habido ocasión de salir a luz.

Y llegados a este punto, en el que ya no queda nada, lo difícil es decir adiós. Porque para decir adiós sin más, no puede haber palabras y frases atrapadas en la garganta. Para que un adiós sea de verdad, sin titubeos, sin rodeos y dicho con facilidad, tiene que estar todo cerrado. Y en este caso no lo está. Ni lo estará nunca. Simplemente porque odio a las personas que llevan unas alas negras escondidas entre la ropa, que se colocan lentillas de colores vivos para ocultar sus ojos negros como el carbón.

miércoles, 13 de junio de 2018

El cuento

Había una vez, en un país muy lejano, una pequeña princesita a la que le encantaba cantar. Siempre iba cantando allá donde fuera. Vivía en un gran castillo que se encontraba en un precioso bosque en el que habitaban miles de animalitos. La pequeña princesa solía salir a pasear, cantando canciones y visitando a sus amigos del bosque, mientras un espléndido sol brillaba en el cielo, otorgando al lugar una luz especial.

La vida de la princesita era muy especial. Pasaba mucho tiempo paseando por el bosque. Solía ir a visitar a su amigo el gusanito de seda, el cual estaba muy triste porque de mayor soñaba ser una gran y colorida mariposa y los demás gusanitos se reían de él. La princesita entonaba sus canciones para reconfortarle. 
También iba a jugar frecuentemente con su amigo el cervatillo, el cual a veces estaba también triste porque a su papá murió a manos de un cazador y ahora sólo tenía a su mamá. La princesita le cantaba al cervatillo canciones alegres para que no estuviera triste. 
Otras veces iba a la madriguera de su amiga conejita, que vivía con su mamá conejo y su papá conejo. La mamá conejo había estado enferma desde que conejita nació y nunca había podido tener más conejitos, así que papá conejo y conejita ayudaban y acompañaban a mamá conejo como la gran familia que eran, demostrándose su amor constantemente. La pequeña princesa adoraba cantar con conejita.
Así, la pequeña princesa pasaba los días, visitando a unos y otros amigos. entonando canciones. 
Sin embargo, hubo un día en el que la princesita no pudo cantar, pues no fué capaz de hacerlo. Las hadas del bosque dijeron que el problema estaba en que su hada madrina la había abandonado. La princesita esperó y esperó, pero su hada madrina nunca volvió. Tras un tiempo, la princesita se recuperó y volvió a cantar, incluso aprendió nuevas canciones.

Por otro lado, la vida en el castillo era difícil. En él vivía una malvada bruja que sumía todo el castillo de oscuridad, ocasionando llantos y sufrimiento a los que vivían en el castillo y a los que lo visitaban. El padre de la princesita quiso luchar contra ella pero nunca consiguió ganar la batalla, aunque siempre se preocupaba de hacer feliz a la pequeña princesita y a la princesita bebé que acunaba en sus brazos. Aún así, la princesita no dejaba de cantar, daba igual cuanto llorara que volvía siempre a entonar sus canciones. 

Un día, en el silencio de la noche, la princesita se despertó por un gran resplandor que sólo duró unos instantes, pero que se llevó a la malvada bruja para siempre. La gente no podía creerlo, parecía un milagro. Pero la princesita siempre pensó que su hada madrina se la había llevado con ella para volverla buena y que formara parte de las hadas del reino del cielo.




 
 Este cuento es real. Esa princesita existe pero no lleva corona.

Aún me sorprende que gente que me conoce bien, desde hace años, que sabe ciertas cosas de mi vida privada y de la gente cercana a ella, me diga que vivo en otro mundo. Quiero dejar claro que no tenéis ni puta idea. Sé de sobra que los animales no hablan, que no llueve purpurina, que cantando no se solucionan los problemas, que ningun príncipe va a venir a rescatarme de las garras de una malvada bruja, como tampoco va a venir ningun hada a hacer realidad mis sueños, que hay que trabajar y ganarse el pan, que hay que luchar por lo que uno quiere y que no siempre puede conseguirse, que hay responsabilidades para toda la vida y que los problemas vienen y no podemos hacer más que vivir con ellos y tratar de solventarlos si es posible. Pero también sé que sólo tenemos una vida y que de cada uno depende el vivirla feliz, con ilusión y con sueños. Sé que no pasa nada por no conseguir aquello por lo que hemos luchado porque siempre vendrán nuevas cosas por las que luchar y que merezcan también la pena. Sé que el pasado forma parte de nosotros mismos, de lo que fuimos, de lo que somos y de lo que seremos. Un tal Rafiki dijo una vez que "el pasado puede doler pero que puedes huir de él o aprender". Yo elijo aprender. No hay nada que haga más a una persona que las vivencias que va teniendo.

¿Cuál es tu cuento?

sábado, 31 de marzo de 2018

Princesa, que te vaya bien

Me encuentro al fondo del pasillo, apoyando mi hombro derecho contra la pared y con las manos en los bolsillos. No puedo dejar de mirarte porque creo que jamás te he visto tan preciosa. Hasta esa sonrisa que luces hoy brilla distinta. Me muero de ganas de acercarme hasta ti y hacerte ver que estoy aquí, que no me he ido todavía.

No sé si aún sentirías ese pellizco en el estómago si te cruzaras con mis ojos. Quizá temblarías de nuevo si nos encontráramos en aquel parque, junto aquel árbol, esta vez siendo yo quien te entregara aquella rosa. Prefiero que pienses que no te he olvidado y que nunca lo haré porque significaste mucho para mí. Pero es posible que fuera una gran mentira. Quedémonos con aquellas primeras veces, las manos entrelazadas y los besos fugaces. Recordemos siempre aquellas miradas, las prisas, los escondites, las mentiras piadosas y las vergüenzas. Las noches sin dormir, las cosas que nunca nos dijimos y las palabras que ya jamás nos dedicaremos.

No olvides mirar atrás de vez en cuando para ser consciente de que el camino andado ha merecido la pena. Recuerda que estás cumpliendo sueños, y que no vale la pena recordar quién te ayudó porque tú sola lo conseguiste. Agradece todo lo dado pero no renuncies a tu valía. Perdona a quien no supo quererte y valora a quién supo hacerlo.

No te olvides de ellos, de los que te dieron la vida que te faltaba cuando todo se desmoronaba. Aquellos que nunca abandonaron y que supieron sacarte una sonrisa cuando más falta hacía, los mismos que te dieron fuerza mientras tus lágrimas se derramaban. Los mismos que llenaron tu vida de color.

Te pido que no llores, al menos no por mí, porque no me lo merezco. Te ruego que vivas, que rías y que seas feliz, porque tú sí que te lo mereces. Busca siempre esas manos que te dan la fuerza, disfruta de esos labios que sellas cada noche con tres besos, siente con ganas los abrazos que te llegan hasta el alma. Mira esos ojos y siente brillar los tuyos, utiliza sus palabras para seguir volando y no tengas miedo de caer porque sus brazos siempre van a sostenerte.
Y ámale, porque nadie más que él se lo merece.