domingo, 5 de mayo de 2019

Día de la madre

Hasta hace muy poco este día para mí no significaba mucho. Solamente podía dar las gracias a  una madre con cuerpo de hombre. Sin embargo, de un tiempo a esta parte he conocido a alguien nuevo, especial, que me ha hecho replantearme cosas que tenía bien escondidas dentro de mí.

He asumido responsabilidades y he empezado a hacer los primeros de los muchos sacrificios que me quedan todavía por esta personita que hace poco llegó a mi vida. Y lo que más me llama la atención es que sé que sería incapaz de hacerle daño a propósito ni desearle nada malo. Jamás.

Mi corazón no puede entender (y mi cabeza no es capaz de tratar de explicárselo) cómo podría llegar a sentir envidia si le sucediesen cosas buenas, si consiguiera sus sueños, si tuviera buenos amigos, si encontrara un amor bueno, en definitiva, si fuera feliz. De hecho, esos son mis objetivos, mi propósito final, incluso cuando coja las riendas de su propia vida: que sea feliz. No sería capaz de mirarla a la cara y decirle que la odio, principalmente porque sería mentira. Me sería imposible usar mi mejor arma para causarle daño alguno. Y, sobre todo, no creo que pudiera desear que algo malo le pasara.

No es la primera vez que alguien me provoca pensar aquella frase típica de "su felicidad es la mía", y puedo asegurar que si nadie ha sentido eso alguna vez se está perdiendo uno de los mejores sentimientos que se pueden experimentar. El dolor, el sueño, el cansancio, la desesperación, la energía, las fuerzas. los ánimos,... todo lo que haga falta sacrificar para conseguirlo. Y que no pese, hacerlo con ganas y con ilusión.

Siempre he creído en los milagros, pero aún hoy soy incapaz de hacerme a la idea de que hay un milagro que he creado yo. Mirar su carita y saber que podría estar horas haciéndolo. Ver cómo crece y saber de su necesidad de mí (de nosotros) para seguir haciéndolo. Llenar habitaciones con su sonrisa. Perderme en sus ojos. Sentir que agarrarse a mi mano es todo lo que necesita para saber que todo está bien, que todo va a ir bien. Ser su todo y corresponderle. Hacerla feliz. Siempre. 



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