viernes, 24 de marzo de 2017

Volví a pensar en ti. No tengo remedio.

Esta vez fue diferente. Porque ya no me importa que no seas tú, que nunca vayas a ser tú y, que en realidad, nunca lo fueras.

Y tengo claro que no serás tú quien me espere al final del pasillo, ni quien me mire como si fuera lo único importante en su vida. No serán tus ojos los que brillen contemplando los míos. Ni serán tus manos las que se enlacen con las mías como dos piezas de un puzzle que sólo encajan entre ellas. Ya no cierro los ojos y veo los tuyos. Ya no es tu cuerpo el que deseo desnudar.

No se puede volver a algo que ya no existe. Es hora de cerrar el libro, que la historia se acabó hace tiempo y no podemos seguir escribiendo nada cuando ya no quedan páginas. Sigamos llenando el que comenzamos después, aquel en el que nuestros nombres no aparecen juntos, en el que nuestros caminos no se cruzan nunca más y en el que no hay dudas de que en el final feliz no apareceremos nosotros dos.

Que los recuerdos sigan ahí, en ese lugar en el que los guardamos para no olvidarlos nunca. Asumamos que forman parte de nosotros, queramos o no. Y aunque nunca desaparece aquello que importó, por muy lejos que se vaya y mucho tiempo que pase, cuando se sustituye por algo más grande y más fuerte pierde su valor.

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