Ni siquiera había caído en la cuenta
del día que era. Catorce de Marzo.
Hace exactamente doce años que te
marchaste. Un día catorce. Igual que el día de mi cumpleaños, ese
número que tanto me gustaba de pequeña por todo lo que
conllevaba,... Y justo elegiste ese día para irte. Sé de sobra que
ni siquiera lo sabías, pero yo sí reparé en ese detalle, y lo sigo
haciendo.
Ni siquiera sé que escribir, pero he
sentido la necesidad de hacerlo y es lo que estoy haciendo. Podría
decirte que estoy bien, pero eso seguro que ya lo sabes. Podría
contarte mis penas, pero estoy convencida de que también las sabes.
Y, además, ¿por qué iba a escribirte nada desde aquí?
Hoy, tras doce años de mi vida en los
que llegué a la adolescencia, la pasé, y me encuentro en una etapa
en la que no sé muy bien hacia donde dirigirme, puedo decir que el
tiempo no cura nada. Absolutamente nada si la herida era real y
profunda. Y parece que lo era. No estamos hablando de un amor de
verano, ¿verdad? Y, aunque yo misma he dicho esa frase muchas veces,
sé que no es cierta. ¿No hay nada que el tiempo no cure? Mentira.
El tiempo lo único que hace es apartar todo a un lado, pero no cura
nada. En cualquier momento vuelve algo a recordarme que existías y
todo se derrumba. Y duele. Duele con la misma intensidad que dolía
entonces.
Soy una persona fuerte, o al menos así
me considero, y quizá sí que pueda decir que lo he superado. En
realidad, lo he callado tanto tiempo que lo más probable es que
nunca se notase. A lo mejor fue una mala idea, quizá me hubiese
venido bien hablar del tema con alguien. Pero no me gusta hablar de
sentimientos propios, y mucho menos cuando hay que adentrarse tanto.
Tal vez la persona que más sepa de todo esto sea la misma de
siempre, aunque no sé hasta qué punto llega a comprenderlo.
No voy a decir que me acuerde de ti
todos los días, eso sería mentir, y no vengo aquí a soltar
mentiras. Pero sí que lo hago a menudo, mucho más a menudo de lo
que la gente puede imaginar. Me inclino a pensar que mi propia
situación es la que siempre ha hecho que tu marcha fuera más
importante de lo que quizá lo era realmente. Pero, ¿sabes?, es una
cosa que agradezco. Agradezco que te haya tenido a ti para suplir lo
que me faltaba, que pueda sentir contigo lo que no puedo sentir con la
persona que hubiera correspondido.
Espero poder recordar y sentir lo mismo
que siento ahora mismo cada año, no sólo los catorce de Marzo, sino
cualquier día a cualquier hora y en cualquier situación. Parecerá
que sigues ahí, aunque no pueda verte. Tengo la esperanza de que, de
algún modo, puedas ver todo lo que siempre pienso que me encantaría
que vieras.