viernes, 14 de marzo de 2014

Entre el cielo y el suelo

Ni siquiera había caído en la cuenta del día que era. Catorce de Marzo.

Hace exactamente doce años que te marchaste. Un día catorce. Igual que el día de mi cumpleaños, ese número que tanto me gustaba de pequeña por todo lo que conllevaba,... Y justo elegiste ese día para irte. Sé de sobra que ni siquiera lo sabías, pero yo sí reparé en ese detalle, y lo sigo haciendo.

Ni siquiera sé que escribir, pero he sentido la necesidad de hacerlo y es lo que estoy haciendo. Podría decirte que estoy bien, pero eso seguro que ya lo sabes. Podría contarte mis penas, pero estoy convencida de que también las sabes. Y, además, ¿por qué iba a escribirte nada desde aquí?

Hoy, tras doce años de mi vida en los que llegué a la adolescencia, la pasé, y me encuentro en una etapa en la que no sé muy bien hacia donde dirigirme, puedo decir que el tiempo no cura nada. Absolutamente nada si la herida era real y profunda. Y parece que lo era. No estamos hablando de un amor de verano, ¿verdad? Y, aunque yo misma he dicho esa frase muchas veces, sé que no es cierta. ¿No hay nada que el tiempo no cure? Mentira. El tiempo lo único que hace es apartar todo a un lado, pero no cura nada. En cualquier momento vuelve algo a recordarme que existías y todo se derrumba. Y duele. Duele con la misma intensidad que dolía entonces.

Soy una persona fuerte, o al menos así me considero, y quizá sí que pueda decir que lo he superado. En realidad, lo he callado tanto tiempo que lo más probable es que nunca se notase. A lo mejor fue una mala idea, quizá me hubiese venido bien hablar del tema con alguien. Pero no me gusta hablar de sentimientos propios, y mucho menos cuando hay que adentrarse tanto. Tal vez la persona que más sepa de todo esto sea la misma de siempre, aunque no sé hasta qué punto llega a comprenderlo.

No voy a decir que me acuerde de ti todos los días, eso sería mentir, y no vengo aquí a soltar mentiras. Pero sí que lo hago a menudo, mucho más a menudo de lo que la gente puede imaginar. Me inclino a pensar que mi propia situación es la que siempre ha hecho que tu marcha fuera más importante de lo que quizá lo era realmente. Pero, ¿sabes?, es una cosa que agradezco. Agradezco que te haya tenido a ti para suplir lo que me faltaba, que pueda sentir contigo lo que no puedo sentir con la persona que hubiera correspondido.


Espero poder recordar y sentir lo mismo que siento ahora mismo cada año, no sólo los catorce de Marzo, sino cualquier día a cualquier hora y en cualquier situación. Parecerá que sigues ahí, aunque no pueda verte. Tengo la esperanza de que, de algún modo, puedas ver todo lo que siempre pienso que me encantaría que vieras.






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